HERSTORY es una iniciativa de la Facultat d’Humanitats de la UPF, guiada por la profesora Tamara Djermanovic. Está coordinada por la escritora y especialista en género Mª Ángeles Cabré, y en esta primera fase ha contado con la colaboración de la profesora Rosa Cerarols y de las estudiantes Giorgia Capiotto, Maria Fernández, Thomai Gkiata y Ada Morillo (Global Studies-UPF). HERSTORY Quiere ser un proyecto en expansión. En esta entrega de HERStory, conocemos cinco mujeres “Transgresoras”: Artemisia Gentileschi, Carmen de Burgos, Ada Lovelace, Murasaki Shikibu, Isabel de Villena. Pioneras y ejemplos de transgresión en un mundo aparentemente destinado a los hombres donde rompieron moldes
Considerada la primera pintora de la historia del arte que reivindica a las mujeres, pues quiso que en sus cuadros las protagonistas fueran ellas, la italiana Artemisia Gentileschi nació en Roma en 1593 y falleció en Nápoles se cree que hacia 1654. Tras un prolongado e injusto olvido, no fue hasta principios del siglo XX que fue redescubierta por el crítico de arte Roberto Longhi, quien destacó su capacidad genial para pintar la luz.
Era hija del pintor Orazio Gentileschi, destacado exponente de la escuela romana de Caravaggio, por lo que creció entre colores y figuras. A los diecisiete años firmó su primer cuadro (Susana y los viejos), aunque obras suyas serían largamente atribuidas a su progenitor. Este fue asimismo el responsable de convertir al pintor Agostino Tassi en el preceptor de la joven aspirante, pues en aquella época el arte de los pinceles que se enseñaba en las academias estaba reservado exclusivamente a los varones. Aprovechando su confianza, un día Tassi la violó. Artemisia tenía entonces dieciocho años.
Lejos de lo que hacían en esos casos las mujeres de su tiempo, quiso denunciarlo y se encontró sufriendo un traumático juicio donde parecía que ella era la agresora y no la víctima, hasta el punto de que para arrancarle la verdad fue torturada, pues no creyeron su versión de los hechos. Mientras, el violador tan sólo pagó su culpa con una orden de alejamiento. Está visto que ímpetu y valentía no le faltaban a esta artista que consiguió ser la primera mujer en ingresar en la Academia de las Artes de la Florencia de los Médici, donde se instaló al casarse con un discreto pintor florentino.
Desafiando las convenciones, se convirtió en una cotizada pintora de la corte y recorrió Italia pintando encargos en ciudades como Génova o Venecia. También recaló en Londres, esta vez en compañía de su padre, reclamados ambos por la corte de Carlos I, donde también su arte fue muy apreciado por la alta sociedad. Consagrada a pintar escenas históricas o religiosas, destacan en sus obras figuras femeninas como Cleopatra, la gran reina de Egipto, y personajes bíblicos como Judith o Betsabé.
Artemisia se relacionó con los pintores de su tiempo y siempre escogió pintar a mujeres fuertes, alejadas del ideal mariano de delicadeza y sumisión. Entre sus cuadros uno de los más célebres es Judith decapitando a Holofernes, que muestra una escena violenta pintada enérgicamente y de la cual de hecho existen dos versiones. Es autora asimismo de varios autorretratos, uno de ellos tocando el laúd, instrumento que tal vez en realidad dominara.
El feminismo de los años 70, incluido el célebre artículo de Linda Nochlin “¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas?”, reivindicó a Artemisia Gentileschi como un ejemplo de pionera borrada por el patriarcado, del mismo modo que lo fueron contemporáneas suyas como Sofonisba Anguissola o Lavinia Fontana. Anna Banti, esposa del crítico que la redescubrió, le dedicó una novela y la hizo popular. Años más tarde Susan Sontag firmó una introducción a la novela que acabó por situar a la artista barroca en ese escogido olimpo de referentes femeninos.
Autora: Mª Ángeles Cabré
La escritora y periodista andaluza Carmen de Burgos (1867-1932), que firmaba con el pseudónimo de Colombine, fue la primera mujer que trabajó en España en una redacción periodística y asimismo nuestra primera reportera de guerra. También está considerada una de las pioneras del feminismo. Crecida en una familia acomodada que le brindó la misma educación que a sus hermanos varones, se casó muy temprano y sin el permiso de su familia con un pintor que era también periodista, por lo que empezó a publicar en la revista que este dirigía. Al marido lo dejó pronto, pero persistió en su afición a las letras.
Se sacó en Madrid el título de maestra -el magisterio era por entonces una de las pocas salidas profesionales de las mujeres-, cosa que le permitió ganarse la vida. Siempre defendió una pedagogía en la línea de la Institución Libre de Enseñanza. Había perdido prematuramente a tres hijos y, ya liberada del marido y junto a la única hija que le quedaba, se consagró al periodismo. Empezó a colaborar en El globo y, a partir de entonces, se dedicó a defender avances para la condición femenina como el derecho al sufragio o el divorcio. Llegó a publicar miles de artículos, algunos de ellos en secciones dedicadas a las mujeres. También defendió sus legítimas ambiciones en libros como El divorcio en España -resultado de una encuesta a destacadas personalidades y que causó gran polémica- o La mujer moderna y sus derechos.
Ella y otra colega fueron las primeras mujeres en ser admitidas por la Asociación de la Prensa de Madrid. De carácter enérgico y muy activa, Carmen de Burgos entabló amistad con muchos de los intelectuales de su tiempo, en parte gracias a la tertulia modernista “Los miércoles de Colombine”, que organizaba en su propio domicilio. Entre ellos destacaba el entonces joven escritor Ramón Gómez de la Serna, veinte años menor que ella. Aunque nunca pasaron por el altar, la suya sería una larga relación amorosa. Juntos vivieron en diversos lugares del mundo, pues ambos eran muy viajeros, hasta que la pareja se rompió.
Autora de un número abundante de novelas breves, Carmen de Burgos publicó en 1909 una primera novela larga, Los inadaptados. Le seguirían otras como La mujer fantástica y Quiero vivir mi vida. Políglota, se dedicó asimismo a la traducción del francés, del inglés y del italiano, vertiendo al castellano autores que van de Tolstói a Salgari. En los años veinte presidió la asociación Cruzada de Mujeres Españolas y lideró la primera manifestación sufragista de España. Militó en el Partido Socialista y, después de este, en el Partido Republicano Radical Socialista. Perteneció asimismo a la masonería.
De ideas republicanas, aunque falleció tan sólo un año después de la proclamación de la Segunda República, llegó a ver cómo se aprobaba el sufragio femenino y cómo empezaban a alcanzarse algunos de los derechos por los que tan activamente luchó. Un ataque al corazón la sorprendió mientras dictaba una conferencia sobre educación sexual. Un adiós que no desentona con su trayectoria feminista y emancipadora.
Autora: Mª Ángeles Cabré
La condesa de Lovelace, Augusta Ada King, también conocida como Ada Lovelace, fue una influyente matemática y escritora de la Inglaterra del siglo XIX. A pesar de su corta vida (1815-1852), Lovelace consiguió plasmar por escrito lo que hoy se conoce como el primer algoritmo desarrollado para ser procesado por ordenadores, por lo que hoy en día se la considera la primera programadora de ordenadores de la historia.
Gracias a su adinerada familia aristócrata, Lovelace pudo recibir una amplia educación, especialmente en materia de ciencia, que le permitió desarrollar su inteligencia en ese campo. Poco después del nacimiento de Ada, su madre decidió separarse de su padre, el famoso poeta Lord Byron, y criar sola a la única hija de la pareja. Con el objetivo de borrar cualquier herencia del poeta en Ada, su madre promovió enormemente en la pequeña el estudio científico-técnico (campo al que ella misma se dedicó) y desalentó el artístico. A pesar de los intentos de la madre de alejarla de toda corriente literaria que pudiera recordarle a su padre, Lovelace terminó autodefiniéndose como científica poetisa.
A consecuencia del afán científico de su madre y su increíble progreso educativo con tutores privados, Ada pudo visitar máquinas modernas como el famoso “telar de Jacquard” y entablar amistad con personalidades importantes del mundo de la ciencia como Mary Somerville. Fue en una de las fiestas privadas de dicha científica donde conoció a Charles Babbage, un matemático que estaba trabajando en la creación de una máquina que hoy en día está considerada la precursora del ordenador. A pesar de sus intentos fallidos de colaborar con Babbage, a través de un trabajo de traducción para la revista Scientific Memoirs, Lovelace escribió unas notas propias sobre el funcionamiento de dicha máquina que pudo publicar bajo el pseudónimo AAL, que no fue revelado hasta pleno siglo XX para ocultar su género y, en consecuencia, su verdadera identidad.
Bautizado como “Notas”, este texto es el que décadas después le ha aportado su fama y otorgado el título de primera programadora de la historia. Gracias a su gran imaginación y creatividad, en estas notas Lovelace fue capaz de imaginar la idea de máquina universal, crear varios conceptos informáticos como “bucle” o “subrutina”, y lo que es aún más importante, desarrollar el primer algoritmo informático con el objetivo de conseguir que la máquina de Babbage calculara la serie de números de Bernoulli (una serie infinita de números).
Aun así, a pesar de su importante carrera académica en el campo de las matemáticas, Ada Lovelace también tuvo que satisfacer las expectativas sociales que suponían ser una mujer joven y formar parte de la nobleza inglesa. A los veinte años se casó con William King, un estudiante de ciencias con quien tuvo tres hijos. A causa de su frágil salud, sufrió muchos problemas físicos y mentales derivados de los diferentes tratamientos a los que tuvo que ser sometida. Lovelace falleció de cáncer de útero a los treinta y seis años.
Autora: Ada Morillo
Considerada la novela más antigua de Japón y según algunos expertos la primera de la historia moderna, La historia de Gengi o Gengi monogatari no fue escrita por un hombre sino por una mujer, cosa que la hace doblemente interesante ya que hablamos de tiempos remotos, a caballo entre los siglos X y XI, cuando las mujeres gozaban de muy escasos derechos. Aunque la obra no está firmada, se atribuye a la japonesa Murasaki Shikibu, nacida hacia el año 978 y fallecida hacia 1014, es decir antes de cumplir los cuarenta años.
Poco sabemos de ella, pero lo cierto es que su obra dejó una honda huella en la literatura nipona. Shikibu vivió durante el periodo Heian y, al parecer, perteneció al estrato medio de la aristocracia de su país. Su abuelo fue el destacado poeta Fujiwara no Kanesuke, mientras su padre, que era funcionario, se dedicó al estudio de la literatura china. Creció sin madre, ya que esta murió cuando ella era muy niña. Su refinada educación le dio la oportunidad de familiarizarse con los autores clásicos, incluidos los chinos gracias a la dedicación paterna, aunque la lengua china estaba por entonces prohibida a las mujeres a causa de su complejidad. Se casó, tuvo una hija y al poco enviudó. Fue entonces cuando se consagró en cuerpo y alma a su vocación, las letras.
Su fama literaria se extendió y se convirtió en dama de compañía de la emperatriz Shoshi, hija mayor del poderoso Fujiwara no Michinaga. Al parecer desempeñó el cargo en compañía de otras escritoras de la época, en una suerte de corte femenina. En ese ambiente elevado e ilustrado fue donde redactó su célebre novela. La historia de Gengi narra la vida de Hikuru Genji y de sus descendientes en un arco de tiempo de aproximadamente setenta años. Cabe mencionar que dedica mucha atención a la agitada vida amorosa del protagonista. A través de cincuenta y cuatro capítulos de compleja lectura y dividida en tres partes, salpicada a su vez por composiciones poéticas de alambicado estilo, la obra acaba siendo un retrato se supone que fidedigno de la sociedad japonesa del siglo XI, que incluye una mirada muy crítica sobre la aristocracia y, en general, la descripción de una sociedad en decadencia donde la mujer estaba relegada a un segundo plano.
En realidad la obra no tenía título y, a lo largo de los años, fue publicada con diversos nombres, como por ejemplo El cuento de Murasaki. Los críticos han destacado la capacidad de la autora para realizar detalladas descripciones psicológicas de los personajes y está considerada la obra maestra por excelencia de la literatura japonesa, algo así como el equivalente a nuestro Don Quijote de la Mancha. Para quien quiera saber más de ella, en la ciudad de Uji (Kioto) hay un museo dedicado a la mítica novela.
Además de la Historia de Gengi, Murasaki Shikibu escribió también una colección de poemas y un valioso diario. Es justamente ese diario, donde narra sus experiencias en la corte, el que nos proporciona informaciones que de otro modo ignoraríamos.
Autora: Mª Ángeles Cabré
Hija natural del marqués Enrique de Villena -emparentado con las casas reales de Castilla y Aragón-, y educada cuando quedó huérfana por María de Castilla -esposa de Alfonso el Magnánimo-, cosa que hizo de ella una mujer muy cultivada, sor Isabel de Villena nació en el año 1430 y falleció en 1490. Está considerada la primera escritora en lengua valenciana. En respuesta a Espill o llibre de les dones, de Jaume Roig, escribió la que fue su obra más célebre, su particular Vita Christie. Se trata de una versión en clave femenina de la historia de Cristo a través de las mujeres que lo rodearon. Dicha obra ofrece una perspectiva teológica hasta entonces inédita, pues se erige en un verdadero Nuevo Testamento, y convierte a su autora en una verdadera protofeminista. No vio su texto publicado en vida, pues este fue publicado póstumamente, en concreto en 1497.
Habiendo ingresado a los quince años en el monasterio de la Santísima Trinidad de Valencia, perteneciente a la orden de las clarisas, es allí donde cambió su nombre al tomar los hábitos, siendo el original Elionor Manuel de Villena. Nombrada abadesa ya en la treintena, consagró su vida a estudiar las Sagradas Escrituras y a reunir asimismo una nutrida biblioteca. Fue la abadesa que a designación suya la sucedió, sor Aldonça de Montsoriu, quien decidió que su obra no muriera con ella y editó el incunable, rescatando de las sombras esa desafiante Vita Christie nacida para educar a las monjas que estaban a su cargo y hoy considerada una de las piezas literarias cumbre del siglo XV.
Mientras todas las obras semejantes que se publicaban en la Europa de su época ensalzaban la figura del hijo de Dios, Isabel de Villena iluminó la figura de la Virgen María como jamás antes había sido iluminada. Y supo dar voz a mujeres que en los textos bíblicos tienen bien poca con un estilo claro y a ratos lírico. Se dice que su obra vendió más ejemplares que el Tirant lo Blanc. En los años siguientes contó con tres ediciones y ha llegado a la tradición feminista como un clásico. También se conoce como suya la obra Speculum animae (Espejo del alma), un libro de meditación cristiana que recorre la vida y la pasión de Cristo. En un principio se consideró anónima y se cree que también fue ella quien la ilustró. Mientras el que posiblemente fuera el germen de su original Vita Christi, un manuscrito llamado Tractat de la passió, fue atribuido erróneamente a Francesc Eiximenis; costumbre muy arraigada, esta de atribuir a los hombres el trabajo intelectual de las mujeres. El resto de sus obras se ha perdido.
A pesar de enfrentarse a la misoginia imperante y de haberse posicionado claramente a favor de las de su sexo en la llamada Querella de las mujeres, esta autora del Siglo de Oro valenciano parece ser que gozó del respeto de sus contemporáneos, pues supo mantenerse en estrecho contacto con los literatos valencianos, que supieron apreciar su trabajo, tal como atestiguan las muchas dedicatorias que le brindaron. Una de las muchas epidemias de peste que se daban en esos años asoló Valencia y acabó con su vida. Está enterrada en el mismo convento donde ejerció como abadesa.
Autora: Mª Ángeles Cabré
DEJAR UNA REFLEXIÓN