Capítulo III. ¿Es Cosima Wagner Ariadna?
Idilio en Tribschen
En el Crepúsculo de los ídolos (septiembre 1888), Nietzsche reproduce una escena que ya había escrito en el cuaderno de la primavera-verano de 1888 bajo el título de “Visión fundamental: qué es bello y feo”. En esta escena las orejas/oídos (en alemán se emplea una sola palabra para referirse tanto al órgano externo como al interno, Ohren) aparecen como un signo de clasificación referido a Ariadna. A lo largo de toda su obra publicada Nietzsche alude reiteradamente a este órgano para hablar de la comprensión o no de un texto, distinguiendo el oido interior de los exteriores, capaz de captar lo que para la mayoría resulta inaudible, del mismo modo que el ojo interior es el que consigue ver lo invisible a diferencia de los ojos físicos. La idea de que a los sentidos exteriores, físicos, les corresponde los sentidos espirituales interiores, se impuso en la cultura europea desde Orígenes, en la Edad Media pervivió intensamente como fundamento de los distintos modos de conocimiento, y sobrevivió en la modernidad como un resto de una cultura tradicional, probablemente sin la fe en su realidad espiritual, pero si como algo que servía para abrirnos a una realidad profunda. Nietzsche distingue entre las orejas largas, las del asno, asociadas por él con el cristianismo (en Ecce homo) y las orejas pequeñas, las de Dioniso, las de Ariadna, al menos en el “Lamento de Ariadna”. En el pasaje de El crepúsculo de los ídolos, en el capítulo titulado “Incursiones de un intempestivo” (Streitzüge eines Unzeitgemässen), en el apartado 9 titulado “Bello y feo” (Schön und hässlich) introduce la escena:
“Oh Dionysos, Göttlicher, warum ziehst du mich an den Ohren?” fragte Ariadne einmal bei einem jener berühmten Zwiegespräche auf Naxos ihren philosophischen Liebhaber. “Ich finde einer Art Humor in deinen Ohren, Ariadne: warum sind sie nicht noch länger?”
“Oh Dioniso, Divino, ¿por qué me tiras de las orejas?” preguntó Ariadna en una ocasión, en uno de aquellos famosos diálogos en Naxos, a su filosófico amante. “Encuentro una especie de humor entre orejas, Ariadna:¿por qué no son aún más largas?”
El lugar donde sucede el diálogo vuelve a ser Naxos. Dioniso persiste en el nuevo papel que le ha otorgado Nietzsche de “filósofo-amante”. Esta Ariadna, a diferencia de la del “Lamento”, tiene orejas largas, con lo cual se alude a su incapacidad para la comprensión filosófica, como la Ariadna que hemos visto en el pasaje de Más allá del bien y el mal, y por tanto, parecida a la Cosima Wagner que reniega de Humano, demasiado humano. Por eso merece que Dioniso le tire de las orejas. Todavía no es Ariadna, la de las orejas pequeñas. Pienso que la Ariadna de Nietzsche es polivalente: es Cosima, puede ser también el mismo Nietzsche, y también está más allá de cualquier persona para convertirse en símbolo del abandono y de la superación del abandono. Lo que ahora interesa verdaderamente es argumentar la posibilidad de identificar a Nietzsche con Ariadna y entender cómo el mito y el trabajo sobre él constituyen un modo para la autocomprensión y la autoconsciencia completamente al margen del logos.
La lámina de la Melancolía de Albrecht Dürer colgaba en una de las paredes de la casa de Tribschen. Era Nietzsche quien la había conseguido a través de Erwin Rohde después de que Cosima se la hubiera pedido “para las Navidades del Maestro”, ya que, con toda probabilidad, no le iba a resultar difícil de conseguir Basilea. Cosima se la agradece y vuelve a referirse a ella en dos ocasiones más. El 24 de junio de 1870 escribe a Nietzsche, diciéndole:
“La lámina de Melancolía está aquí como un bello signo (schönes Zeichen) de su última visita (Anwesenheit): tiene el alma de muchas de nuestras conversaciones (es hat die Seele vieler unser Gespräche) y estamos de acuerdo en que se ha de considerar a Albrecht Dürer como la piedra angular de la Edad Media, porque hace que “este simbolismo enigmático e infinito de la Iglesia cristina” diga su última palabra. Dejando al margen su belleza, no nos desvela más que lo sublime. Sin duda, hay que incluir también a Bach; me parece que los dos no representan un comienzo sino un final.” (Cartas a Friederich Nietzsche, Cosima Wagner)
De algún modo, la ausencia de Nietzsche en Tribschen queda aminorada por la presencia de la lámina que además se ha convertido en receptora de las conversaciones entre ambos (parece que aquí Cosima se refiere a las conversaciones de ella y Nietzsche, no de ella y Wagner, lo que en la traducción española no está tan claro). Además, Cosima entiende la lámina como signo (Zeichen) del mismo Nietzsche; ello supone la asociación del filósofo y la melancolía como un estado anímico característico de su personalidad. El 18 de enero de 1872 Cosima vuelve a aludir a la lámina haciendo referencia a los elementos que rodean a Melancolía en la lámina de Dürer.
“En Tribschen ha entrado a pesar del buen tiempo la mujer enérgica con las lechuzas, con el manojo de llaves, con los instrumentos astronómicos y otros, como la ha visto Dürer, y usted nos ha regalado.” (ibid)
Se aprecia por parte de Cosima un deseo de reiterar su agradecimiento a Nietzsche por el regalo, pero también se advierte el sentido que la lámina ha adquirido en su casa. El hecho que Nietzsche se fotografiara con la mano en la mejilla unos años más tarde no puede resultar entonces sorprendente; quizás no fuera sino una alusión directa a aquella Melancolía de Tribschen, que impredeciblemente anunciaba la gran melancolía que iba a embargar sus vidas, en especial la de Nietzsche por la pérdida de Tribschen y el abandono de los Wagner.
Este texto está extraído de su nuevo libro, ‘Ariadna abandonada’, que se publicó en la editorial Alpha Decay el 17 de mayo.
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