Como dijo Virginia Woolf, a lo largo de los siglos las mujeres han servido para reflejar la figura del hombre al doble de su tamaño, mientras que a su vez los hombres se dedicaba a invisibilizarlas a ellas. Porque la historia ha sido un continuo ejercicio de borrado de las mujeres. Por mucho que ellas se esforzaran en desarrollar sus talentos y alcanzar sus metas, ellos insistían en menospreciarlas y siguen haciéndolo.
HERSTORY es un proyecto que aspira a visibilizar a las mujeres que han dejado huella. Ofrece esa otra cara de la luna, la menos conocida, la más ocultada. Reuniendo a mujeres que han destacado en sus respectivos ámbitos, damos voz a las mujeres en su conjunto, también a las más jóvenes que hoy en día escogen sus sueños. Mujeres de la política, de la ciencia, de la literatura, del arte, del cine… Mujeres valientes, luchadoras, transgresoras, revolucionarias, intrépidas. Mujeres que el patriarcado no ha podido ni podrá nunca borrar.
HERSTORY es una iniciativa de la Facultat d’Humanitats de la UPF, guiada por la profesora Tamara Djermanovic. Está coordinada por la escritora y especialista en género Mª Ángeles Cabré, y en esta primera fase ha contado con la colaboración de la profesora Rosa Cerarols y de las estudiantes Giorgia Capiotto, Maria Fernández, Thomai Gkiata y Ada Morillo (Global Studies-UPF). Quiere ser un proyecto en expansión.
Ahora que el movimiento ecologista se ha revelado tan imprescindible para salvar el planeta, y que cada vez gana más adeptos y adeptas, vale la pena recordar a una de sus mártires, la activista hondureña, feminista y defensora de los derechos humanos Berta Cáceres, cuyo asesinato conmocionó al mundo en el mes de marzo de 2016, un año después de que recibiera el Premio Goldman, el mayor reconocimiento para quienes defienden el medio ambiente.
Perteneciente al pueblo indígena lenca, nació en 1973 en La Esperanza -municipio del departamento de Intibucà-, hija de una partera que siempre defendió la integridad de su pueblo arriesgando su propia vida. Se casó con un dirigente indígena, con el que tuvo cuatro hijos, y en 1993 cofundó el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas (COPINH). Consagró sus esfuerzos a proteger los derechos medioambientales, en concreto contra la privatización de los ríos y en defensa del río Gualcarque, situado en la zona noroccidental de Honduras -en el departamento de Santa Bárbara-, sagrado para su pueblo y del que depende su supervivencia. Hizo lo imposible por impedir que el acceso a sus aguas les fuera restringido y se puso a la cabeza de una campaña durísima contra el proyecto de la central hidroeléctrica de Agua Zarca.
El caso llegó a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y durante un año ese movimiento de resistencia bloqueó el acceso para impedir la construcción, sufriendo numerosos desalojos por parte de las fuerzas policiales. Enfrentándose a verdaderos gigantes, Berta Cáceres alcanzó renombre mundial y con su tarea de concienciación logró que diversos bancos internacionales y una multinacional se desmarcaran del proyecto. Las amenazas no se hicieron esperar.
Asimismo, en 2009 se puso a la cabeza de las protestas contra el golpe de estado perpetrado contra el entonces presidente de Honduras Manuel Zelaya. Desde ese momento el anuncio de megaproyectos destructores del medio ambiente fue en aumento, con la consiguiente preocupación de las comunidades indígenas, que de llevarse a cabo se ven obligadas a abandonar sus tierras y a desplazarse.
Después de toda una vida comprometida con los suyos, Berta Cáceres murió a manos de cuatro sicarios enviados por la empresa hidroeléctrica afectada por su lucha y que representan todo aquello que personifican las compañías transnacionales que saquean impunemente el planeta, agotando su tiempo. Pero su trágico final amplificó su lucha y su espíritu alienta aún en cada una de las personas que defienden un mundo sostenible.
La comunidad internacional condenó el crimen y las obras de la presa se detuvieron. Las gentes de Río Blanco, donde se ubica el proyecto, persisten en la defensa de ese río que es fuente de vida y que permite, entre otros, la siembra de maíz, aguacate y caña. Incluso una de sus hijas ocupó su lugar en el COPINH. Pero las amenazas persisten, como en tantos territorios que resisten los embates del capitalismo salvaje.
Autora: Mª Ángeles Cabré
Aleksandra “Shura” Mijáilovna Kollontái nació en San Petersburgo el 31 de marzo 1872 y falleció el 9 de marzo de 1952. Fue una pionera feminista, clave en el reconocimiento de los derechos de las mujeres en la URSS desde su posición en la política. Además, fue la primera mujer de la historia en ser ministra del Gobierno de una nación.
Kollontái nació en la Rusia zarista, en el seno de una familia aristocrática de origen ucraniano. Su familia pudo proporcionarle maestros privados y se pasaba los veranos en Karelia, región finlandesa bajo dominio ruso. Allí estaba en contacto con los arrendatarios de tierras y con los trabajadores agrícolas. A los diecinueve años conoció a su marido, su primo Vladimir Ludvigovich Kollontái, que no fue aceptado por su madre debido a su origen humilde. Con él tuvo a su primer hijo, Mikhail. Entonces empezó a ver la vida de casada como una trampa, ya que no le dejaba tiempo para escribir.
En 1896 se afilió al Partido Socialista y se fue a estudiar economía política a Zürich (Suiza), dejando en Rusia marido e hijo. En la capital suiza se concentraban jóvenes estudiantes de ideales socialistas y allí fue donde Kollontái se familiarizó con Karl Marx, Vladimir Ilyich Lenin, Karl Kautsky y Rosa Luxemburgo. En 1899 se afilió al Partido Obrero Socialdemócrata Ruso y, posteriormente, participó en los eventos revolucionarios de 1905. Kollontái trabajó escribiendo artículos y organizando asociaciones de trabajadoras rusas. Tuvo que exiliarse debido al artículo “Finlandia y el socialismo”, en el que animaba a los finlandeses a sublevarse. De esta manera, pudo viajar y conocer diferentes partidos socialistas europeos. Se opuso a la Primera Guerra Mundial debido a sus motivaciones imperialistas, y se unió a los bolcheviques en 1915. Después de la Revolución de Octubre, fue elegida miembro del Comité Ejecutivo del Sóviet de Petrogrado y, en 1917, miembro del Comité Central del Partido. Votó a favor de la insurrección para construir un Estado obrero y, tras la toma de poder, fue elegida para la Comisaría del Pueblo para la Asistencia Pública en el gobierno del Sovnarkom.
Aprovechando su poder, Kollontái promulgó leyes de carácter feminista: el matrimonio como una institución civil e igualitaria entre cónyuges, la facilitación del acceso al divorcio por ambas partes, la protección estatal a madres e hijos y la gratuidad de la asistencia maternal en los hospitales. Kollontái estaba cambiando su sociedad desde las propias instituciones, y aprovechó su influencia para concienciar sobre la liberación sexual femenina en las polémicas obras La nueva mujer y El amor en la sociedad comunista. Debido a su radical postura y a los tiempos difíciles de recuperación que la sociedad de la Rusia post-revolucionaria estaba atravesando, sus opiniones chocaron con el resto de miembros del partido, especialmente con Stalin. En 1922, Aleksándra Kollontái había perdido prácticamente toda su fuerza política dentro de Rusia y Lenin la relegó a funciones diplomáticas. Se convirtió así en la primera mujer embajadora del mundo, representando a su país en Suecia, Noruega, México y también en la Sociedad de Naciones.
En 1945 volvió a la Unión Soviética y, un año después, fue nominada al Premio Nobel de la Paz. Pasó sus últimos años en Moscú, escribiendo sus memorias y siendo asesora del Ministerio de Relaciones Exteriores. Actualmente, la influencia política e intelectual de Kollontái está presente en muchos movimientos feministas y de izquierdas, ya que estuvo a punto de conseguir derrocar el sistema patriarcal desde dentro.
Autora: Maria Fernández
Qiu Jin, también conocida como Jianhu Nüxiá (“el Caballero del Lago del Espejo”), fue una escritora, feminista y activista china que luchó en contra de la dinastía del Imperio Qing. Nacida en la provincia de Fujian en 1875, dedicó la mayor parte de su vida a la revolución hasta que en 1907 esta misma la llevó a la decapitación. Tenía tan sólo treinta y un años.
Nacida en el seno de una familia adinerada, Qiu Jin pudo recibir una amplia educación que le permitió empezar a escribir poesía desde muy joven. Se inició en el género tradicional “shi”, con poemas de métrica muy rígida sobre flores y estaciones, y más tarde continuó su obra con textos sobre heroínas de la historia china, alabando su valentía y determinación.
A los diecinueve años a Jin la casaron con Wang Tingjun, hijo de una familia de ricos comerciantes. Los enfrentamientos ideológicos de Qiu Jin con su marido en materia de género se ven reflejados en la soledad que transmiten sus obras de esa época. A pesar de estas desavenencias, la mudanza de la pareja a Beijing unos años más tarde le permitió entrar en contacto con la literatura y el movimiento feminista, circunstancias que la llevaron a interesarse por ideologías revolucionarias. Poco después, Qiu Jin abandonó a su marido y a los dos hijos que había tenido con éste para continuar formándose en Japón. Allí pudo empezar a participar en movimientos revolucionarios, como en una conocida agrupación antimanchú, mientras su obra poética la hacía famosa en el nuevo país. Durante esta época, empezó a usar ropa de hombre como vestimenta para desafiar las normas de género.
A su regreso a China Qiu Jin adquirió un papel muy importante como activista por los derechos de las mujeres, aprovechando sus capacidades oratorias para defender su libertad de casarse y educarse, o para atacar la práctica del tradicional vendado de pies, que argumentaba eran símbolos de la sumisión y de la desigualdad de las mujeres. A los veintidós años fundó el diario Zhongguo Nu Bao (“Diario de las Mujeres de China”), un periódico feminista dirigido a movilizar al público femenino para modernizar el país y conseguir los derechos que le habían sido negados. En esta misma línea, Qiu Jin se unió a las tríadas, una organización secreta que por aquel entonces luchaba en contra de la dinastía Qing, y se convirtió en directora de la escuela Datong, clandestinamente encargada de formar revolucionarios. Según ella la dinastía Qing era la culpable de la falta de derechos de las mujeres y del consecuente retraso de la sociedad china, pues había oprimido al pueblo desde su fundación en 1616.
En 1907 Jin participó en un intento fallido de revolución en la provincia china de Anhui, por lo que fue apresada, torturada y, más tarde, decapitada públicamente a los treinta y un años. A pesar de su vida breve, el legado de Qiu Jin aún perdura, ya que se ha convertido en un símbolo de la lucha de las mujeres y en heroína de la República Popular de China. Actualmente existe un museo en su honor en la ciudad de Shaoxing.
Autora: Ada Morillo
Angela Davis nació el 26 de enero de 1944 en Birmingham, Alabama (EE.UU.). Es una activista marxista afroamericana y profesora emérita de filosofía de la Universidad de California. Está considerada una de las figuras más importantes en la lucha por los derechos humanos, en defensa de las personas LGTBIQ+, en contra de la discriminación racial y también abolicionista del sistema carcelario.
La infancia de Angela Davis estuvo marcada por las leyes Jim Crow, ya que asistió a una escuela segregada, y vivía en Dynamite Hill, donde muchas casas de afroamericanos fueron dinamitadas por el Ku Klux Klan. Se trasladó a Nueva York para cursar estudios secundarios gracias a una beca del American Friends Service Committee y fue en dicha ciudad donde empezó a tomar consciencia política. En concreto, descubrió el socialismo a través de Robert Owen y del Manifiesto comunista. Empezó a militar en la organización juvenil marxista leninista Advance, y asimismo a participar en manifestaciones y sentadas por los derechos civiles.
En 1962 Davis se convirtió en una de las pocas estudiantes afroamericanas en la Universidad Brandeis, donde obtuvo una beca para cursar estudios de francés, cosa que le permitió conocer el movimiento existencialista. Gracias a su educación y a sus empleos, pudo viajar por Europa. Después de graduarse, decidió estudiar Filosofía en la Facultad de Filosofía de la Universidad J. W. Goethe de Fráncfort (Alemania Occidental). Allí frecuentaba a miembros de la Federación Socialista Alemana de Estudiantes. También visitaba a menudo el Berlín Este y participaba en manifestaciones en contra de la intervención estadounidense en Vietnam. De regreso a Estados Unidos, optó por la Universidad de California en San Diego. Hoy en día es también profesora emérita distinguida en la Universidad de California de Santa Cruz.
Ha estado estrechamente relacionada con el partido Pantera Negra debido a su unión con el Comité Coordinador No Violento Estudiantil (SNCC), aunque nunca ha formado oficialmente parte de él. En 1968 se incorporó al Partido Comunista Estadounidense a través del Club Che-Lumumba, una organización formada por militantes negros. Fue despedida de la Universidad de California en Los Ángeles, donde trabajaba como catedrática de Filosofía, cuando en 1970 el FBI informó a sus jefes de su afiliación al partido.
Como abolicionista del sistema carcelario, participó en movimientos y se interesó por el caso de George Jackson y W. L. Nolen, dos afroamericanos que establecieron una sucursal de las Panteras Negras mientras estaban en una prisión de California. Nolen, junto con dos otros presos, fue asesinado por uno de los carceleros. El Jurado del Condado de Monterrey determinó que se trataba de “homicidio justificable” y el guardia fue encontrado asesinado unos días después. Jackson fue sospechoso de haberse vengado de la muerte de su amigo. Su hermano Jonathan, de diecisiete años, irrumpió en la corte del condado Marin con una ametralladora exigiendo la liberación de su hermano y otros dos presos igualmente acusados. Jonathan fue asesinado. Un año después, Jackson fue ametrallado en el patio de la prisión de San Quintín. Llevaba una pistola y los oficiales dijeron que había intentado fugarse. Se acusó a Angela Davis de haber introducido el arma de contrabando en la prisión. Davis se fugó y el FBI la convirtió en una de las criminales más buscadas. Tras su arresto, fue absuelta de todos los cargos. En 1984 publicó Autobiografía, donde contaba esta historia.
Desde entonces ha trabajado como conferenciante de estudios afroamericanos y se ha convertido en catedrática de la Universidad Estatal de San Francisco. Recibió el Premio Lenin de la Paz en 1979. En 1990 regresó finalmente a la Universidad de California. En la actualidad es un referente del feminismo y del antiracismo.
Autora: Maria Fernández
Harriet Tubman nació en una plantación de Maryland entre 1820 y 1822, y murió en Nueva York en 1913. Fue una abolicionista y sufragista que dedicó su vida a la lucha por la liberación de los esclavos en Estados Unidos.
No recibió ningún tipo de educación, pues sus padres eran esclavos. Pero el destino de Tubman fue muy distinto. Empezó muy pronto a trabajar: con cinco años ya se ocupaba de las labores domésticas y a los diez trabajaba en el campo. Durante su infancia sufrió maltrato por parte de sus amos, que tenían derecho a azotar duramente a sus esclavos. Cabe destacar que en el curso de su adolescencia fue víctima de una lesión en la cabeza. Uno de sus propietarios lanzó un objeto pesado hacia otro esclavo que estaba intentando huir, pero desafortunadamente la alcanzó a ella de forma accidental. La herida fue tan grave que a partir de aquel momento durante toda su vida sufrió dolores de cabeza, visiones y ataques cerebrovasculares.
Nacida como Araminta Ross, cuando la obligaron a casarse con John Tubman, un hombre negro libre, además de adquirir su apellido decidió cambiar su nombre por Harriet. En 1849 consiguió escapar utilizando una red llamada “ferrocarril subterráneo”, un sistema informal formado por abolicionistas negros y blancos que habían identificado unos hogares seguros a través de los cuales los esclavos que estaban huyendo podían legar al norte. Recuerda así el momento en el que se dio cuenta de que finalmente era libre: “Cuando descubrí que había cruzado esa línea, me miré las manos para ver si era la misma. Era todo tan glorioso; el sol entraba como si fuera oro a través de los árboles y se extendía sobre los campos, y me sentí como en el cielo”.
Tubman no reveló la ruta utilizada para escapar de la esclavitud hasta unos años antes de morir, para que así otros esclavos pudieran servirse de ella. Se la recuerda por la realización de diez viajes al sur durante diez años en los que guió a unos trescientos esclavos hacia la libertad, o sea al norte de Estados Unidos. Fue por ello que recibió el sobrenombre de “Moisés”. “He escuchado sus gemidos y suspiros, y he visto sus lágrimas, y daría cada gota de la sangre de mis venas para liberarlos”.
Durante la guerra civil americana (1861-1865), Harriet Tubman se sumó al Ejército de la Unión y trabajó como enfermera. Había enviudado y después de la Guerra se mudó con su segundo marido a Auburn (Nueva York), donde fundó una escuela para niños afroamericanos y se dedicó también a los derechos de la mujer junto con otras feministas. Siguió luchando por los derechos de las personas negras hasta su muerte y una vez fallecida siguió gozando del reconocimiento de la opinión pública.
Autora: Giorgia Capiotto
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