“La felicidad es tener alguien a quien amar,
algo que hacer y algo que esperar”

Proverbio chino

La diferencia entre el éxito y el fracaso a menudo son pequeños detalles que acumulados en el tiempo hacen milagros. Como las personas inteligentes aprenden de sus errores y las muy inteligentes aprenden de los errores de los demás, tenemos la oportunidad de mejorar aprendiendo de los aciertos y de las malas prácticas de los demás. Y cuando las cosas se ponen difíciles surgen muchas oportunidades. Como decía Carles Capdevila: “Cuando la vida se complica, se multiplican las oportunidades de aprender de personas increíbles”.

Mejores personas

Por mejor persona, como ya se puede imaginar el lector, no entiendo la más rica ni la más poderosa. Entiendo la persona que sabe vivir con un buen nivel de felicidad y que antepone su gente a su beneficio individual, procurando que sus actos tengan un impacto positivo en las personas que lo rodean, generando así más bienestar. Las mejores personas que he conocido, las que más me han impactado, tienen buenos valores y un compromiso con la responsabilidad social, son optimistas y humildes, combinan la prudencia con el riesgo, son flexibles y se adaptan a los cambios, son win-win (yo gano, tú ganas) y, por ello, los demás quieren colaborar con ellas, cultivan su formación y las humanidades. Tienen objetivo a largo plazo, paciencia y perseverancia. En años de burbuja y de crisis, tienen la cabeza fría y no se dejan arrastrar ni por la euforia ni por el pánico. Son tolerantes y comprensivas con las opiniones diferentes, y esto las hace más constructivas e innovadoras pues tienen predisposición para aceptar diferentes puntos de vista y para llegar a donde no habrían llegado por si solas. Tienen hábitos saludables como el deporte, alimentación y disfrutan de tiempo de calidad con la familia y amistades.

Para poner un ejemplo de persona que me ha impactado, recordaré el caso de Josep Pons. Lo conocí hace veinte años un día que, yendo a impartir una clase en la Universidad, tenía un poco de hambre y entré en su granja que se llamaba La Constancia, ubicada en Barcelona, en el cruce de las calles Enric Granados y Còrsega.

En el escaparate vi que tenía cruasanes y al entrar pedí uno a la persona que estaba detrás del mostrador (Josep Pons). Me respondió diciéndome que si quería me vendería aquel cruasán, pero que me recomendaba una ensaimada que era muy buena. Me sorprendió la respuesta, pero acepté, sobre todo por la profesionalidad y convicción con la que me hizo la propuesta. Tengo que reconocer que la ensaimada estaba buenísima. Tan buena que veinte años después todavía la recuerdo. Al despedirme le agradecí el consejo. Una semana más tarde volví pensando en la ensaimada, pero la tienda estaba cerrada. Me sorprendió porque era media mañana de un día laborable. En la tienda de al lado me informaron que el titular de la granja, el Sr. Pons, se había jubilado.

Durante muchos años no lo vi más. Pero un buen día lo volví a ver en la calle. Pensé en saludarlo, pero no lo hice. Esta circunstancia se repitió varias veces hasta que hace unas semanas me topé con él ante la Universidad. Lo paré y le pregunté si tenía un minuto. Me dijo que sí y le comenté lo agradecido que estaba por la ensaimada que me vendió veinte años antes. Mientras me agradecía el comentario, se emocionó e incluso me pareció que le caía una lágrima. Entonces, me preguntó a mí si yo tenía un minuto. Le dije que sí, me pidió que le sujetase el bastón y sacó de su bolsa unas fotografías de la ciudad. Me preguntó qué me parecían y le dije que eran unas fotografías preciosas. Mirándome fijamente respondió que no eran fotografías de la ciudad, sino fotografías de cuadros que él pintaba. Por la calidad de las imágenes, me parecía imposible que fueran pinturas. Como quedé impresionado, se ofreció a mostrarme su estudio de pintura.

Al cabo de unos días visité el estudio –que estaba en su antigua granja– y quedé maravillado con aquellas pinturas tan detallistas, que me explicó una a una. ¡Había como cuarenta! Le pregunté si me vendería uno de sus cuadros y respondió que no, que estaba varios meses pintando cada cuadro y que no estaban en venta. Me dijo que pintaba varias horas cada día y que lo había hecho toda la vida y que, todavía ahora, que ya tenía cerca de noventa años, para él un día sin pintar era un día perdido. Fui muy afortunado porque al final salí del estudio con un cuadro que tengo colgado en casa y cada día, en algún momento, me paro delante y lo miro durante un rato.

La felicidad no se compra ni se encuentra, la creamos cada día. Como dice el protagonista de la película La vida secreta de Walter Mitty (2013): “Ver mundo, afrontar peligros, traspasar muros, acercarse a los demás, encontrarse y sentir”. Y como la vida es demasiado corta no debemos tomarnos demasiado en serio ni los éxitos ni los fracasos. Cuando nos equivocamos o cuando no vamos por el camino correcto, se debe rectificar y cambiar de camino, nunca es demasiado tarde para volver a empezar.

Si de todos los factores que marcan la diferencia en las personas tengo que elegir los más relevantes, me quedo con:

– La concentración, que supone estar focalizado en los objetivos. Otra calidad decisiva es estar concentrado, es decir, enfocado o focalizado en los objetivos y no distraerse. Frédéric Lenoir, en el libro sobre la felicidad (Du bonheur), sostiene que tendemos a sentirnos mejor cuando nos concentramos en algo durante un cierto tiempo. Por este motivo, no nos sentimos felices cuando navegamos por las redes sociales, pues nuestro cerebro divaga de tema en tema sin ningún objetivo concreto. Como muestra de la importancia de la concentración, podemos recordar el día que Bill Gates conoció a Warren Buffet. Su anfitriona en la cena, la madre de Gates, pidió a todos los comensales que escribieran en un papel el factor más importante de su éxito en la vida. Gates y Buffet, dos personas muy exitosas con un gran impacto a escala mundial, escribieron la misma palabra: “Focus” (concentración).

– Los valores que guían todo lo que hacemos.

– La actitud. Como decía Carles Capdevila: “En tiempos difíciles, y los actuales lo son, la actitud marca la diferencia”.

con los valores que guían todo aquello que hacemos y con la actitud. Como decía Carles Capdevila: “En tiempos difíciles, y los actuales lo son, la actitud marca la diferencia”.

Mejores organizaciones

También es muy fina la línea que separa las organizaciones exitosas de las que fracasan y acaban cerrando. Los temas claves son las personas (liderazgo, socios, equipo humano, relaciones con partes interesadas), los buenos valores, la capacidad de innovación, la resiliencia para superar dificultades, la excelencia, la prudencia en temas financieros, la eficiencia… Hace unos años estudié la eficiencia de un parlamento y encontré que los diputados destinaban al año más del doble de horas a las sesiones del Pleno que en otros parlamentos que tenían muchas más competencias.  Cuando lo comenté con algunos diputados de varios partidos, recuerdo uno que hizo el siguiente comentario: “Caramba, sí que trabajamos aquí”. Me quedé muy sorprendido por el hecho de que aquel diputado no entendiese el concepto de eficiencia, que quiere decir hacer lo máximo con el mínimo de recursos y, por tanto, con los menores costes para los ciudadanos. Es muy importante que, en cualquier organización –sea pública o privada– todos entiendan la importancia de la eficiencia y la pasión por la excelencia.

Si de todos los rasgos distintivos de las organizaciones exitosas tuviese que elegir uno, me quedaría con el buen liderazgo, competente, apasionado, y con bagaje humanista, que sabe conseguir un buen equilibrio entre los objetivos económicos, los sociales y los mediombientales.

Mejores países

Hemos visto países que en unas décadas han pasado de la extrema pobreza a estar entre los países más ricos del mundo. Y también hemos visto lo contrario, países que fueron muy ricos y que hoy encabezaran el ranking de países más pobres.

Estos cambios tienen mucho que ver con lo que se ha hecho bien y con lo que se ha hecho mal. La capacidad de generar bienestar es directamente proporcional a la calidad de aspectos clave como la calidad y ejemplaridad de sus líderes, la gobernanza de las instituciones, las leyes y su cumplimiento, las políticas económicas y sociales, la colaboración público-privada, la eficiencia, la complicidad entre los gobernantes y la población, y el fomento del emprendimiento, entre otros. En general, van mejor los países que tienen gobiernos interdisciplinarios que combinan personas con experiencia en política, sindicalistas, funcionarios, profesores… con humanistas y también con emprendedores que saben lo que cuesta tener clientes, que han tenido dificultades de liquidez para pagar nóminas o impuestos. Cuando los líderes, los jefes de estado, presidentes de gobierno, ministros, consejeros, etc. dan buen ejemplo con su actuación íntegra y eficiente, los ciudadanos son mejores. En cambio, si los de arriba tienen comportamientos reprobables, los ciudadanos empeoran y el bien común sale perdiendo.

Recuerdo hace unos años un país que tenía institución financiera pública que hacía una excelente labor de apoyo en la creación y desarrollo del tejido empresarial. Tuve la oportunidad de conocerla de cerca en varias ocasiones. Unos años más tarde, hubo un cambio en el partido de gobierno y los nuevos gestores (que no habían trabajado nunca en una empresa, ni en una entidad financiera) me contrataron. Querían saber mi opinión sobre como introducir cambios en aquella institución. Mi consejo fue que no tocaran muchas cosas, puesto que la entidad funcionaba muy bien. Mi opinión no les gustó mucho y no les pude convencer.

A las pocas semanas disolvieron la entidad y creo que este país y su tejido empresarial han perdido mucho. Este es un ejemplo de la mala política que empobrece. El del sectarismo que impide ver lo que hacen bien los demás.

Si de todos los factores que explican por qué unos países generan más bienestar y otros lo destruyen tengo que elegir dos, me quedo con la calidad humana y política de los líderes que son el mejor referente para los ciudadanos; y su funcionamiento con pocas y buenas leyes, pero bien aplicadas.

Un mundo mejor

Los humanos hemos demostrado que sabemos crear riqueza. Lo que todavía no hemos conseguido es repartirla bien y hacerlo cuidando el planeta. Al mismo tiempo, tenemos una gran capacidad para crear puestos de trabajo pero una buena parte del empleo que se crea no es de buena calidad. Hemos demostrado que somos capaces de ser muy solidarios, pero también podemos hacer las barbaridades más destructivas. También hemos demostrado que tenemos inteligencia, pero todavía tenemos el resto de cooperar más, tanto en el ámbito de las personas, como de las organizaciones y de los países. Como dice Yuval Harari: “Nuestros mayores enemigos no son los virus, sino la codicia, el odio y la ignorancia”.

Ahora vienen años en los que muchas personas, organizaciones y países tendrán la tentación de cerrarse, pero también la oportunidad de apostar por colaborar más entre todos. Depende de nosotros cuestionar lo establecido y seguir el camino correcto. A los que pensamos que el mundo puede mejorar nos dirán que somos demasiado optimistas, pero si alguien tiene una opción mejor, que lo diga. *

* Extracto del libro Amat, O. (2020): La botella medio llena. Editado en castellano por Profit y, en catalán, por Pòrtic, Edicions 62.